La autonomía personal es el derecho de cada persona a tomar las decisiones que afectan a su vida personal, y especialmente el de poder vivir en el lugar que quiera y con las personas que desee.

En el caso de las personas con discapacidad, la Ley 39/2006 de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en situación de dependencia define este derecho como “la capacidad de controlar, afrontar y tomar, por propia iniciativa, decisiones personales acerca de cómo vivir de acuerdo con las normas y preferencias propias, así como de desarrollar las actividades básicas de la vida diaria”.

Una legislación concisa

A esta norma, se suman otras como la Ley 26/2011 de Adaptación Normativa a la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y el Real Decreto Legislativo 1/2013, que aprueba el texto refundido de la Ley General de Derechos de las Personas con Discapacidad y su Inclusión Social. Pero la realidad es que muchas personas con discapacidad, una condición que puede afectar a cualquier persona en cualquier momento de su vida, siguen viendo vulnerado su derecho a la autonomía personal.

Corresponsabilidad social

Para Jesús Celada, director general de Políticas de Apoyo a la Discapacidad, el marco normativo es potente y está culminado, pero “faltaría una cuestión muy importante que es la concienciación de las personas y la mayor coordinación de las administraciones para que las personas con discapacidad puedan ejercer sus derechos”.

En este sentido, tal y como sostienen algunos autores, como el sociólogo Tom Shakespeare: “La discapacidad no está causada por las limitaciones funcionales, físicas o psicológicas de una persona, sino por el fracaso de la sociedad en suprimir las barreras”.

Eliminar barreras

Si queremos que cualquier persona con discapacidad sea autónoma, independiente y libre, tenemos que eliminar todo tipo de barreras físicas, mentales y cognitivas que impidan su desarrollo e inclusión en una sociedad abierta, solidaria y justa.

Son muchos los aspectos que tienen gran incidencia en nuestra calidad de vida, como contar con una asistencia personal en la vida diaria, el acceso a la formación y a la vida laboral, o la accesibilidad universal. Pero, además, la falta de información, visibilidad y conocimiento de determinadas patologías se manifiesta a nivel familiar y del entorno más cercano, aunque también por parte de las administraciones públicas, las empresas y la sociedad en general, lo que genera múltiples barreras en la vida cotidiana.